La carrera adulta de Rafael Berrio, la que viene a nacer con «1971» (2010), marca una cima de la música popular en castellano del actual siglo, con engarces en el rock de autor, pero también en diversos márgenes, desde cierto aire afrancesado a las torch songs no necesariamente románticas, o el rock de cámara. Se zafa de la densidad solemne o el rock altivo de sus discos previos, para juguetear con algo más pop, diáfano y aparentemente grácil. Un pop que jamás habrá actuado tan Caballo de Troya para perforar cada uno de nuestros poros y agujeros con esa poesía esquinada, o con ese discurso provocativo y crepuscular. Sirvan de no-ejemplo los más de 6 minutos y casi 200 calificativos que advierten al neonato de lo que le espera del tema titular.