Alejado del rock, del pop o del donosti sound, Berrio creó un disco marcado por unas coordenadas sonoras independientes del remolino de etiquetas que siempre suelen acudir a las plumas de los redactores musicales, con sensaciones cercanas a la chanson française o a ciertos momentos de Leonard Cohen. Primorosa producción de Joserra Semperena, que arropa la voz de Berrio con caricias de cuerdas, latidos de pianos, acústicas serenas, algún viento y también algún arranque eléctrico.

Pero los textos son la guinda de un pastel que se devora con solemnidad y apetito prudente, siempre en primer plano, con los vapores instrumentales haciendo las veces de acompañantes o escoltas de las palabras, de los versos, de las inspiraciones personales, nostálgicas o filosóficas, de esta manera se impone la escucha, la reflexión y la final avenencia con el autor. Nuestro disco preferido por poético, distinto, primogénito y digno de un niño futuro.